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Las miniguías de Albert. Polinesia Francesa, viaje al paraiso (III)
18 de Mayo de 2020

Publicado por Albert en Oceanía , trackback

… Viene de las miniguías de Albert. Polinesia Francesa, viaje al paraiso (II)

Nuestro siguiente destino fueron las Islas Marquesas, se debe regresar a Tahití y a primera hora de la mañana (6:00 am) volar a Nuku Hiva (duración 3:15h). A la llegada hay que adelantar el reloj 30 minutos en relación a la hora de Tahití. El aeropuerto se encuentra en la otra punta de la isla y se necesita al menos una hora (46 km de curvas) para llegar a la capital Taiohae, no hay taxis y hay que contratar previamente el traslado cuando se realiza la reserva del alojamiento. Parte de la ruta transcurre por la meseta Toovii entre los 800 y 1000 metros de altitud, hace bastante frío y el paisaje es montañoso. Antes de descender hacia Taiohae hay una vista panorámica de la bahía que es digna de postal.

 11.jpg © 2018 Albert Ferré

Nos alojamos en el He’e Tai Inn un pequeño motel regentado por Rose Corser frente a la espectacular bahía de Taiohae, un lugar muy sencillo pero limpio algo alejado del centro, andando 20 minutos, además en el centro tampoco hay mucho que ver que tenga interés, la playa está frente al restaurante-bar. 

Rose es una mujer norteamericana que llegó a las Marquesas en la década de los 70 con su marido en un velero desde California, su marido Franck ya falleció. Se enamoraron del lugar y decidieron establecerse hasta nuestros días, es un placer conversar con ella sobre la cultura y las artes de esta isla remota. A pesar de su avanzada edad cuida del pequeño museo y de su jardín repleto de flores. 

No hay mucho que visitar en Taiohae, los sitios arqueológicos de Pae Pae Piki Vehine (tradicional lugar de celebraciones) y el Tohua Koueva (1,3Km), se cree que este sitio comunal con su explanada pavimentada perteneció al jefe Pakoko asesinado por los franceses en 1845. 

La Catedral de Notre-Dame de las Islas Marquesas, el Monumento a los Muertos, y la Marina con el mercado de pescado y vegetales y el artesanal. Si queremos comer por la zona del puerto el  Snack Vaeaki, Snack Tematapuava, o Boulangerie snack-Joseph que se encuentra cerca de la Catedral. 

Los trabajos en madera, hueso y piedra de los artistas locales son muy apreciados internacionalmente, entre los más reconocidos están Damas Taupotini y Edgar Tamarii al que tuvimos la oportunidad de conocer en su taller y contemplar sus obras de arte. En el mercado artesanal de la Marina se puede ver una interesante muestra. 

Rose nos ayudó a contactar con un guía local para realizar la excursión a las bahías de Taipivai, Controleur, y Hatiheu y a los sitios arqueológicos.  Kamuihei el más extenso y con mayor poder espiritual de Nuku Hiva por su gran número de estructuras, sus grandes rocas de basalto cubiertas de musgo y los enormes banyanos (ficus), el más grande de los cuales se estima que tiene más de 600 años. El centro ceremonial de Hikokua con su gran explanada central (tohua) se encuentra a la entrada del pequeño pueblo de pescadores de Hatiheu, un buen lugar para almorzar es en el restaurante Chez Yvone. Toda la ruta es espectacular y en todos los pueblos se puede ver grandes cantidades de cocos secándose al sol para producir copra. La bella bahía de Hatiheu inspiró a Robert Louis Stevenson en 1888 (autor de La isla del tesoro) para escribir “En los mares del sur”.

12.jpg   13.jpg  © 2018 Albert Ferré

El día siguiente realizamos la excursión al Valle Hakaui hasta la cascada de Vaipo de 350 metros de altura, hay que realizarla con un guía local. Hay épocas del año en que cae muy poca agua, como en la que estuvimos nosotros, pero la excursión vale mucho la pena. Desde Taiohae se accede en barca (45 minutos) a la bahía de Hakaui el lugar es de una gran belleza. No hay muelle y se desembarca en el agua (llevar sandalias y bañador). Apenas viven personas pero las pocas que veremos viven de forma muy austera, hay una familia que al regreso de la excursión te preparan jugos de fruta natural recolectada de sus plantaciones, saben a gloria. 

Lo peor de todo son los desagradables “nonos”. Unos minúsculos insectos (no son mosquitos) que no se ven pero que son más fieros y sanguinarios que los caníbales que habitaron estas tierras. Aunque te pongas repelente, y vayas con calcetines, pantalones largos y con manga larga te acribillan, es un souvenir muy molesto y que tardan en desaparecer las picaduras.

 16.jpg   14.jpg  © 2018 Albert Ferré

Hay que calcular entre 4/5h entre ida y vuelta, se recomienda llevar buen calzado, nosotros llegamos al final del valle dominado por un desfiladero de más 800 metros de altura (hay que tener cuidado con los desprendimientos de rocas en el último tramo). No se puede acceder a la base de la cascada, en el sendero hay un mirador desde dónde se divisa a lo lejos la imponente cascada de Vaipo.

Hay que cruzar ríos, alguno con bastante corriente, la ruta transcurre por un antiguo camino real en medio de una espesa selva con una vegetación exuberante. Podremos contemplar los restos de un marae centro de culto y ceremonial y algunas antiguas tumbas. A pesar de todos los inconvenientes la excursión es una gran experiencia.

Continuará…

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